¿Cuánto hay de genética, de instinto y cuánto de racionalidad a la hora de elegir una pareja?

Entrevista diario Perfil

Periodista Florencia Ballarino

¿Cuánto hay de genética, de instinto y cuánto de racionalidad a la hora de elegir una pareja?

Cada uno de estos tres gigantes: lo biológico, lo psicológico y lo socio-cultural juegan en la determinación de una elección de pareja, entendiendo que la pareja se elige tanto tiempo como tiempo de vida tenga esa unión, por lo tanto, la incidencia de cada una de estas vertientes tendrá que ver con el tipo de pareja que devenga (efímera, duradera, comprometida, con proyectos, o solamente sexual), la forma de unión que suceda (legitimada o convalidada socialmente, formal, funcional, disfuncional) y la etapa en la que se encuentra la pareja (dependiendo del momento del ciclo vital: en los inicios prima lo biológico, en el enamoramiento lo psicológico, en la etapa de nacimiento y educación de los hijos irrumpe con fuerza lo sociocultural).

La atracción física (arraigada en lo biológico) es un puente del momento inicial, y compele a la sexualidad. Las  características psicológicas (que incluyen desde los modos de deseo-goce sexual hasta lo racional) serán fundamentales para poder embarcarse en el enamoramiento y esto último, junto al bagaje socio-cultural, modelará la permanencia y continuidad que devenga.

La sexualidad es una de las grandes fuentes de unión de una pareja. La biología expresa mediante esta función el tentáculo filogenético que nos enraiza con el reino animal (en tanto miembros de una especie somos medio de la reproducción de ésta), y a su vez, es vertiente de lo psicológico, posibilitando esta instancia la manifestación de la díada deseo-placer. Ambos componentes tienen fuerza de determinación al momento de elegir una pareja, ya que son los cimientos de aquello que llamamos atracción, que ejerce su poder con especial hincapié en los inicios de la misma. Por lo tanto, la biología de cada sujeto, con independencia de su personalidad, o de las aspiraciones de “modelo de pareja” que pueda haber internalizado en su medio social, es una correntada que tiene fuerza de arrastre. Junto a la díada deseo-goce configura el pool de información físico-químico que permite decodificar como afín, atractivo o repelente al otro, forzando por esto al acercamiento o al alejamiento del compañero sexual.

Sin embargo, componentes psicológicos, en sintonía o no con la atmósfera socio-cultural, harán que lo estrictamente biológico no se exprese ni satisfaga siempre. El interjuego que estas tres instancias pueden presentar, genera una enorme variabilidad: la fuerza determinante de lo biológico puede verse acotada, inhibida, reprimida, circunscripta ya sea por la personalidad del sujeto, y/o por la permeabilidad del sistema social. La biología aproxima o aleja, pero el mantenimiento/alejamiento de la unión requiere de un alineamiento de esta complejidad.

A su vez, las características de cada una de estas instancias permitirá o no la expresión de las otras. Por ejemplo, un sistema socio-cultural puede desviar una elección que desde lo físico o desde lo psicológico podría ser viable, simplemente no lo posibilita, bien conocidos son los casos de personas que vivieron una gran atracción y esta fue doblegada por el imperativo sociocultural, o de los matrimonios arreglados por conveniencia. Otro ejemplo de la fuerza de imposición que tiene lo social, internalizado por una individualidad, es el celibato, gran parte de quienes lo sostienen han amputado los determinantes biológicos y psicológicos que subyacen en su personalidad. Hay personalidades que, por sus rasgos, alteraciones, inhibiciones, trastornos o enfermedad pueden excluir acercamientos, forzar uniones que únicamente se sostienen desde lo racional, o que debido a sometimientos a mandatos familiares o sociales conducen a elecciones sólo por conveniencia. Y existen también los casos de parejas con  desencuentros psicológicos y socio-culturales profundos, pero la unión sexual es de una fuerza tal que no posibilita el alejamiento.

Resumiendo, cada una de estas instancias tiene poderosa fuerza de determinación a la hora de elegir pareja. Dependiendo del caso, pueden obrar disociadas, en contradicción, en pugna, o en asociación. Y debemos sumar a esto que, los involucrados, ponen en juego estas variables en un contexto, circunstancias y momento, configurando todos estos factores un vaivén que conducirá al surgimiento de una elección de pareja, o no.


¿La atracción sexual incluye sólo el atractivo físico o hay cuestiones culturales y sociales?

Algo de lo cultural pincela quién resulta atractivo, aún cuando ciertamente la vista, el olfato, los sonidos, la configuración del complejo fenómeno de la atracción sexual oficie de indispensable link.

Lo socio-cultural esculpe las psicologías, imponiendo –por ejemplo- desde modelos sancionados de belleza, hasta el tipo de relación que es “esperable” tener, por lo tanto no puede pensarse a la atracción sexual absolutamente divorciada de este plano.

No obstante esto, aún cuando ese complejo fenómeno de lo que atrae pueda ser ínfimamente torneado por lo cultural, no debemos olvidar el condimento inaprensible del fenómeno, su vuelo propio, más allá de cualquier análisis, hecha a volar…

¿Cómo esa atracción inicial o enamoramiento se transforma en un amor de pareja duradero?
 

La atracción inicial es un gran punta pié que acerca a la otra orilla. Pero quedarse allí requiere haber pasado del enamoramiento al amor, y de un gran repertorio de habilidades, recursos, tácticas y estrategias. Compartir cierto rango de edad, situación de vida, pertenencia socio-cultural, idiosincrasia, cosmovisión general facilitan la vida en pareja. Pero es indispensable saber que el mantenimiento de un vínculo sano no se sostiene por atracción, sino más bien por tracción. Este es un vínculo que requiere una más que considerable atención y dedicación, ayudado en primera instancia por contar con integrantes que se encuentren en estado de aceptación y agrado consigo mismos, que desde esta posición, pueden ver al otro con sus virtudes y defectos, con las “faltas” que le descubrimos al salir de la etapa del enamoramiento. Y por supuesto, tener un muy buen diálogo y comunicación, compañerismo, proyectos de vida en común, respeto tanto por ese conjunto como por la individualidad de cada uno, disposición a generar buenos climas, y la indispensable creatividad que la vida en pareja requiere cada día. Lic. Fabiana Porracin
Psicóloga  (UBA) – Antropóloga (UBA) 

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