Trastorno límite de la Personalidad

Revista Nueva

Perdiodista: Laura Savayovski

Lic. Fabiana Porracin

-Se suele hablar de un mal fronterizo entre la neurosis y la esquizofrenia, ¿Es tal?

Por lo exacerbado de sus manifestaciones sintomáticas el Trastorno Límite de la Personalidad se “parece” en –algunas de sus manifestaciones sintomáticas- a las forma de las más graves afecciones mentales que conocemos. Se parece como tener a distancia un espejismo o un lago. Vistos desde lejos, se confunde la forma. Pero el contenido es incomparable.

Definir a este trastorno como límite, frontera o borde implica que puede haber grados por los que podría pasarse de una neurosis a una psicosis, precisamente traspasando una frontera.

Ahora bien, el control de sí mismo y de la realidad, y la enajenación considero que son estructuralmente diferentes.

En la enajenación o alienación de la psicosis, el más severo trastorno de la personalidad, el individuo pierde los controles internos: es tan real la alucinación, el delirio como la realidad misma. Al perder esta discriminación pierde la raíz de su ser al haber pérdida del contacto con la realidad exterior.

El alienado o psicótico no puede realizar conductas que “propenden”, conductas que tienen intencionalidad, anticipación, previsión y control del medio, no puede tener su conducta un para qué ajustado al medio. Donde no hay relación con el medio.

Su única realidad es la del universo propio, encerrado, aislado y con sus propias leyes descontextualizadas, sin relación con el mundo exterior -más allá que por determinación biológica, en algunos casos, o por severas perturbaciones del medio, la persona pueda haber llegado a este padecer.

Carece de contacto de intercambio con el medio, de intercambio de recibir y modificarse, adaptarse, acomodarse a este. No puede otorgar direccionalidad a su conducta: prosecución de fines, manipulación de medios para el logro de estos. Esto es entonces la pérdida de la libertad intrínseca del ser.

Zorba, el griego le dice a su jefe: “…usted tiene todo, excepto una cosa: locura. Un hombre necesita un poco de locura, sino nunca se atreve a cortar la cuerda y ser libre”.

Cortar esa cuerda y ser libre para sentirse vital es una cosa.

La psicosis es la cuerda cortada.

Teniendo en cuenta esta sustancial diferencia no sería pertinente –desde mi humilde parecer- pensar que se pueda pasar de uno a otro cuadro por el incremento de grados, ya sea incrementos cuantitativos o cualitativos sintomatológicos. Son dos estructuras mentales inconmensurables. Son un espejismo y una formación lagunar.

Esto no quita que pueda haber síntomas idénticos en ambos cuadros, como los de despersonalización o desrealización, como alucinaciones, o delirios.

Si en la definición de límite, borde o frontera subyace la posibilidad este pasaje no considero oportuno lo implícito de la definición de poder conmensurar ambas entidades: poder pasar de una estructura a otra por una cuestión de grados.

Quien padece el llamado Trastorno Límite de la Personalidad no es un alienado: conserva los controles de sí y de la relación al medio aún con lo “florido” o llamativos que puedan resultar sus síntomas. Con mayor o menor control de impulsos propende, preveé, anticipa consecuencias de su actos aún cuando su alta impulsividad lo lleve a la acción más allá de sí. Pudiendo presentar a veces alucinaciones, discriminda mundo interno del exterior. Y esto no es enajenación.


-¿A qué se debe que los pacientes borderline, es decir, quienes padecen TLP pasen del amor al odio con su entorno, y por ello, se frustren y depriman constantemente?

Me parece pertinente pensar en pluricausalidades en la determinación de un padecer. Para mencionar sólo algunas corrientes que pretenden explicar los motivos por los que se enferma, y muy grosso modo, las causar podrían ser:

Biológicas, habría alteraciones neurológicas en la determinación del padecimiento.

Desde el punto de vista de la corriente psicoanalítica freudiana se debe a una no resolución del llamado Complejo de Edipo, castración, y en su variante lacaniana a la no introducción de la Ley del Padre.

Desde el punto de vista de la Teoría Sistémica sería la resultante de las disfunciones relacionales y vinculares en el sistema familiar siendo la organización de la misma, los roles y funciones, los límites y estructura del sistema los que determinarían el síntoma, la enfermedad.

Desde la Teoría Cognitiva una determinada estructuración cognitiva distorsionada de la realidad estaría en las bases de la sintomatología.

Considero que cada teoría hace un aporte para poder comprender la pluricausalidad del padecer. La persona tiene predisposiciones, tendencias que el medio, a través de la relación madre-hijo, luego ingreso del padre, sistema familiar en su conjunto, historia y contexto de desarrollo, formas idiosincrásicas familiares con sus sistemas de creencias, mitologías, crisis y ciclos vitales, resolución de conflictos, estilos de afrontamiento de la realidad, resolución de problemas y conflictos interactúen todos y así faciliten/habiliten/disparen predisposiciones biológicas de quien enferma.

Sumando a esto modelos identificatorios, sistemas de defensa del sujeto, procesos de asunción y adjudicación de roles estarían también interactuando en el mantenimiento del síntoma, de allí que, si bien un diagnóstico es un orientador, un norteador clínico, terapéutico y pronóstico no hace posible desdibujar a la persona que padece: sus características, su historia, su contexto, su aquí y ahora, su unicidad más allá del rótulo diagnóstico.

Es decir que se requiere sopesar la enfermedad -un diagnóstico-, del enfermo, quién padece qué, en concreto y en contexto.

Resumiendo, alteraciones del orden de lo biológico, alteraciones del orden de vínculo paterno-filiar, alteraciones del contexto amplio social subyacen en la causalidad sintomática. Más allá del encuadre adoptado, se debe considerar cada una de estas instancias, ya que el ser humano es bio-psico-social. Y la alteración en una de estas esferas alterará a las restantes.


-¿Qué salidas suelen encontrar a la sensación de vacío que los agobia? (¿más encierro? ¿agresión? ¿drogas o alcohol?)

De acuerdo al DSM IV, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Psiquiátrica (Norte)Americana versión IV las “salidas” son precisamente los síntomas que conforman el trastorno, siendo este definido como un “patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, y una notable impulsividad que comienza al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo indican cinco o más de los siguientes ítems:

1. Esfuerzos frenéticos por evitar un abandono real o imaginario

2. Relaciones inestables e intensas, caracterizadas por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación.

3. Alteración de la identidad: autoimagen o sentido de sí mismo acusada y persistentemente inestable.

4. Impulsividad en al menos dos áreas, que es potencialmente dañina para sí mismo: gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria.

5. Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes, o comportamiento de automutilación.

6. Inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de ánimo (episodios de intensa disforia, irritabilidad o ansiedad que suelen durar unas horas y rara vez unos días).

7. Sentimientos crónicos de vacío (depresión).

8. Ira inapropiada e intensa o dificultades para controlar la ira (muestras frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes).

9. Ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o síntomas disociativos

Puede intentar “salir” de su sensación de vacío mediante autoagresión, con sus múltiples manifestaciones, desde lastimarse físicamente, realizar actos destructivos en extremo, alcoholizarse, drogarse, evadirse, establecer vínculos superficiales que oscilan entre extremas proximidades vinculares, a alejamientos repentinos y definitivos. Establecer relaciones en extremo dependientes. Promiscuirse, o pasar por una serie de patologías sexuales. Estados de extrema ansiedad, evasión, rabia, ira, desdesperación. Conductas altamente manipulativas, violencia descontrolada, intolerancia a la frustración, estados de angustia intensa y masiva, inestabilidad. Depresión.


Fabiana Porracin
Psicóloga  (UBA) – Antropóloga (UBA)

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