Trastorno Pasivo Agresivo

Entrevista Revista Más Salud

Periodista Elizabeth Levy Sad

Preguntas sobre Pasivo-Agresivo de la Personalidad

Jean Paul Sartre decía: “si me rotulas, me derrotas”. Las clasificaciones diagnósticas son muy útiles para la comunicación entre profesionales y para poder armar un plan de tratamiento, pero en lo cotidiano, es muy poco constructivo estigmatizar rotulando y encasillar. Patologizar a la persona de este modo es volverla a violentar por invisibilizar que -también como decía Sarte- “somos lo que hacemos con aquello que hicieron de nosotros”. Un punto de llegada, tiene un punto de partida, una historia en la que hubo distintas formas y grados de desamor, descuidos, maltratos, diversas situaciones disfuncionales, las más de las veces, traumáticas. Por lo tanto, teniendo en cuenta estas ideas es desde donde vamos a abordar el tema del Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad denominado también Trastorno Negativista.

Se trata de un trastorno que no cuenta en la actualidad con total consenso, si bien el mismo comienza a sistematizarse desde mediados del siglo pasado, a lo largo de estos últimos 60 años ha habido reiterados cambios respecto de los criterios para configurar dicho diagnóstico. Transcribimos las definiciones vigentes:

Criterios para el Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad según DSM-IV-R:

A. Patrón permanente de actitudes de oposición y respuestas pasivas ante las demandas que exigen un rendimiento adecuado, que se inicia a principios de la edad adulta y se refleja en una gran variedad de contextos, y que se caracteriza por cuatro (o más) de los siguientes síntomas:

1. resistencia pasiva a rendir en la rutina social y en las tareas laborales
2. quejas de incomprensión y de ser despreciado por los demás
3. hostilidad y facilidad para discutir
4. crítica y desprecio irracionales por la autoridad
5. muestras de envidia y resentimiento hacia los compañeros aparentemente más afortunados que él
6. quejas abiertas o exageradas por su mala suerte
7. alternancia de amenazas hostiles y arrepentimiento

Criterios para el Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad según CIE-10 de la OMS:

A. Pautas para el diagnóstico de un trastorno de la personalidad:

Se requiere la presencia de una alteración de la personalidad no directamente atribuible a una lesión o enfermedad cerebral importante, o a otros trastornos psiquiátricos, que reúna las siguientes pautas:

  1. Actitudes y comportamiento marcadamente faltos de armonía, que afectan por lo general a varios aspectos de la personalidad, por ejemplo, a la afectividad, a la excitabilidad, al control de los impulsos, a las formas de percibir y de pensar y al estilo de relacionarse con los demás.
  2. La forma de comportamiento anormal es duradera, de larga evolución y no se limita a episodios concretos de enfermedad mental.
  3. La forma de comportamiento anormal es generalizada y claramente desadaptativa para un conjunto amplio de situaciones individuales y sociales.
  4. Las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la infancia o la adolescencia y persisten en la madurez.
  5. El trastorno conlleva un considerable malestar personal, aunque éste puede también aparecer sólo en etapas avanzadas de su evolución.
  6. El trastorno se acompaña, por lo general aunque no siempre, de un deterioro significativo del rendimiento profesional y social.

B. El paciente debe cumplir, por lo menos, cinco de los siguientes requisitos:

  1. Aplazar las decisiones y posponer la realización de tareas de rutina necesarias, especialmente las que otras personas le hayan solicitado.
  2. Protestar, de forma injustificada, porque otras personas le piden cosas no razonables.
  3. Mostrarse malhumorado, irritable y discutidor, cuando se le pide algo que no desea hacer.
  4. Criticar o despreciar sin razón a las personas que ocupan puestos jerárquicos.
  5. Trabajar lentamente de modo deliberado o realizar mal las tareas que, en el fondo, no quieren llevar a cabo.
  6. Obstruir los esfuerzos de los demás para hacer fracasar su parte en un trabajo común.
  7. Soslayar las obligaciones diciendo que las ha olvidado.

Una vez realizada esta breve introducción procedemos a continuación a responder las siguientes preguntas:

1)  Cuáles son las actitudes de los padres que fomentan niños pasivo-agresivos?

Generalmente se trata de padres que adolecen de un patrón estable de respuesta. Su criterio de autoridad y disciplina suele carecer de congruencia y coherencia. Son inconsistentes, por lo que estos hijos terminan internalizando esa ambivalencia parental. Son padres con un estilo arbitrario, caprichoso y contradictorio. Oscilan -sin criterio conciso- de la aprobación al rechazo. Brindan un patrón de respuesta desconcertante, lo que deja al niño sin saber lo que vendrá. Son padres que fomentan un clima familiar de pseudoafecto donde subyace una persistente hostilidad solapada. En gran parte de los casos uno pesquisa que estos padres súbitamente “destronan” a este hijo al que, en los primeros años le brindan amor, apoyo y contención y con el nacimiento de otro hijo lo apartan y dejan a un lado provocando en el chico sentimientos tempranos de rechazo. Este tipo de modalidad relacional es la que el niño interioriza, y en la edad adulta termina reproduciendo con sus semejantes esto mismo: las inconsistencias y vacilaciones de las actitudes y comportamientos de sus padres.

2) ¿Qué datos nos da la actitud pasiva-agresiva de un adolescente? ¿qué conflictos puede estar pasando?

La adolescencia es un ciclo vital marcado por grandes cambios que puede presentar un amplio espectro de conductas. A muchas de las conductas “normales” en la adolescencia, las podemos hallar descriptas en distinto tipo de trastornos que tienen inicio en la adultez, por ello es conveniente ser muy cauteloso, no es adecuado rotular ni estigmatizar la conducta del joven ya que se encuentra atravesando un etapa vital caracterizada precisamente por la aparición de comportamientos que –fuera del contexto que demarca precisamente la edad- podrían pensarse como patológicos. Con el Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad puede haber pseudosolapamientos, es importante comprender que en una adolescencia normal es esperable que el chico se rebele, se oponga, se resista, critique, es precisamente la edad en la que explora su propio estilo de cuestionar y transgredir. En todo caso sugiero estar atentos al adolescente que no tenga estas conductas, que no manifieste rebeldía, que se encuentre sobreadaptado, ese es el adolescente que está presentando una conducta disfuncional para la edad.


3) ¿Cómo reconocer una conducta pasiva agresiva en el ámbito afectivo, en una pareja?.

Hay muchas maneras de poder reconocerlas: el pasivo-agresivo vive instalado en el dilema de querer ser aprobado satisfaciendo demandas ajenas y temer -por ello- perder su libertad, sin saber discernir que todo vínculo significativo implica que a veces tenemos que ceder, lo cual no implica perder ni nuestra autonomía ni nuestra dignidad. Sencillamente no concibe que no toda demanda es arbitraria o abusiva, sino que forman parte de los intercambios en pareja. Está asentado en el “NI”: jamás manifiesta en forma clara y directa un no, o un si. No puede confrontar abierta y directamente. Es el maestro de sabotear, dilatar, obstruir, resistir, postergar. Es poco afecto a la colaboración y cooperación plenas. No sostiene conductas desinteresadas y generosas. Ofrece su presencia, persistentemente obstructiva. Desconcierta con sus cambios repentinos de humor. Nunca tiene responsabilidad ni implicancia en lo que sucede: es la víctima de lo que acontece. Es desmoralizador y desmotivador, y encuentra una satisfacción secreta generando esto.

4) ¿El pasivo-agresivo «elige» a las víctimas de su conducta?

No, el pasivo-agresivo padece su modo de funcionamiento sin elegir o deliberar “contra quien”. Cuenta con este rígido molde para afrontar las relaciones interpersonales: estar asentado en la irreductible ambivalencia de creer que si satisface una demanda ajena pierde sus derechos y su libertad, temiendo desobedecerlas por temor al rechazo. Esta forma de transitar la vida no tiene destinatario, se expresa sin propósito ni intención, con las personas significativas por lazos de afectividad o de autoridad.

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